Adios a mi Btwin. Fue robada

Por Roberto Vivero

Pues como a miles de personas alrededor del mundo, este viernes un ladrón me arrebató mi bicicleta sin haberme podido siquiera despedir de ella. Estaba en un centro comercial cuando alguien la tomó y se la llevó para muy probablemente venderla.

Es curioso porque siempre escuché o vi amigos a quienes les había pasado lo mismo y me imaginaba lo triste que estaría si me ocurriera también; al fin y al cabo, mi bicicleta no es sólo mi bicicleta en el sentido de transporte diario sino también mi cómplice incondicional de aventuras.

Sorprendentemente no ocurrió así y, pese al sentimiento de desazón y dolor que me provocó en el estómago ver vacío el lugar donde la había aparcado, comprendí en apenas un par de minutos la idea de que no estaba más y que no volvería a estar… al menos no para mí.

Se cuenta que Buda decía que uno sólo pierde aquello a lo que más se aferra. Yo pienso que es justo así. Saberme despojado de mi bicicleta me trajo a la mente una idea a la que ya antes le daba muchas vueltas, pero que nunca había tenido que poner a prueba sino hasta ese momento.

Yo no tengo un apego especial hacia mi bicicleta e intento no tenerlo hacia nada. Amo mi bicicleta pero no por el objeto como un bien de posesión, amo fundamentalmente lo que la bicicleta en este caso representa: amo la idea de andar en bici porque me conecta con el ideal de un mundo mejor, con el ideal de libertad, humanidad y de un mundo en el que podamos movernos como seres sensibles, sociales e iguales. De tal manera que el objeto, aunque bello en el mejor de los casos, es un bien temporal y en algún momento se debe terminar, ir o descomponer.

Y sí, ahora mismo es incómodo no tener mi bicicleta, tener que ahorrar dinero porque alguien me arrebató la que ya tenía y tener que intentar comprar otra (ojalá y sea pronto), pero al mismo tiempo, su ausencia no dejó sólo vacío doloroso sino que también me trajo al menos un buen aprendizaje.

** Nada es realmente nuestro porque no hay absolutamente nada que sea susceptible de ser poseído. Las cosas nos acompañan por un tiempo y después ya no **

Al final es como aprendí en filosofía «cambiando las cosas permanecen». Y hoy, aunque me encuentro donde mismo, las cosas son diferentes y yo tampoco soy más el mismo que hace unos días. Por un lado, mi apreciación de la belleza del ideal de un mundo mejor permanece, pero por el otro lado mi bicicleta ya no está conmigo; eso cambió. Ahora es momento de respirar profundo, dejarla ir y desear que en alguna parte, alguien la alguien esté usando y sea feliz al transportarse en una de las formas más lindas, liberadoras y humanizantes que existen.

Gracias por todo pequeña Btwin, fue un muy buen viaje. Estoy seguro que donde yo termino seguramente otro ha empezado.

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